28 febrero 2013




Sueño (208) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(208) Impertinencias

Una obra de Jackson Pollock
Estando con mi madre, probablemente en su casa, me entero de que mi hermana le ha contado a su novio actual (con el que apenas lleva saliendo un mes) todo el tema de mis ansiedades. No me hace ninguna gracia el que se vayan revelando mis intimidades, para rellenar momentos vacíos de relajo sexual; y mucho menos si es a extraños fútiles y eventuales que aún no pueden ser considerados como miembros de la familia. Me cabrean sobremanera, además, los injustos comentarios que ha proferido dicho cretino sobre mi estado, al que no da ningún crédito, como si se tratase de un camelo, algo que me he inventado yo para llamar la atención. ¡Valiente memo que se permite opinar sin tener ni pajolera idea! Furioso, llamo por teléfono a mi hermana. No hay quien se entienda con este medio de comunicación, así que les cito en un lugar público.

En una indefinida cafetería, sentados ante una mesa, comienzo a explicar, con bastante claridad para que me entiendan de una vez por todas, lo que me sucede. ¿Alguna vez os ha ocurrido que en vuestro interior todo se tambalea y un peso enorme e inhumano os aplasta (y tal y cual), mientras que los que os rodean no perciben desde fuera absolutamente nada del desasosiego interior?, -pregunto-. Mi hermana recuerda vagamente que una vez le aconteció algo similar, mas los que estaban presentes en aquel entonces notaron en seguida su situación. Es ahí, precisamente, donde radica la dificultad de mi caso: que mis zozobras internas permanecen completamente invisibles para los demás. Por mucho que me exprese con total diafanidad, no tardo en comprobar, al oír las sandeces y patochadas que me sueltan mis acompañantes (especialmente el imbécil del pretendiente de mi hermana), que no están haciendo ni el más mínimo esfuerzo por entenderme. Ni lo van a hacer. Prefieren inventarse las cosas a su modo, antes que saber la verdad. Con despecho y encono, corto la conversación e indico que es mejor escribir en un diario que tratar con la tozudez y la estulticia de los demás. Hablar para necios. Estoy solo en esto, sí.

Lo peor es el apunte repentino que hace Eva, desvelando lo que secreta e insistentemente piensa desde hace mucho. Expresa, tímida pero contumaz, que tengo que cambiar de psicólogo. Casi como en una cortante amenaza le digo que no vuelva a mencionarme semejante tontería, entre otras cosas porque el cambio conllevaría perder al menos dos años, hasta que un nuevo profesional fuese conociéndome lo suficiente para poder ayudarme. En fin, me revienta tanta cerrazón humana...

Al rato me dirijo a una sesión con otro psicólogo. O sea, que según el sueño y ante mi asombro, quincenalmente asisto a dos terapeutas distintos, por un lado Estrella, por otro este singular individuo que me recibe ahora con bastante displicencia. Un personaje desaliñado, ufano, entrado en años, gordo y con barba desorganizada. En su consulta, amplia, de temperatura algo fría, y semi ambientada como un salón de postín (muchas lámparas, quizá una biblioteca), el tipo se sienta ante una mesa redonda de madera clara a varios metros de distancia de mi ubicación. Parece ausente, parece no prestarme ninguna atención. El espacio empieza a llenarse de gente, de niños y de otras actividades variopintas que obstaculizan más mi entendimiento con este señor, que cada vez me ignora con mayor obviedad. Pierdo la paciencia, me levanto con la excusa de ir al baño, pero con la convicción de largarme de allí para no volver jamás.

Ya en las salas y pasillos de la recepción pregunto a todos los asistentes (varios pacientes en espera de ser atendidos, con cierta abundancia de madres con sus hijos pequeños, y también empleados de esta difusa clínica privada) si tiene alguien cambio de cincuenta euros, ya que mi sentido de la decencia me impide irme sin pagar por lo menos la mitad de la sesión. Pretendo, por añadidura, tirarle prácticamente el dinero a la cara al irritante especialista y escupirle mi rabia y mi decisión que no aparecer más por aquí. Pero nadie tendrá cambio, ni siquiera la secretaria, que es majísima, un encanto. Ella me hará saber que la actitud distante del colegiado se debe a que hoy está dedicando el día a reflexionar y dar conferencias sobre el mundo de los porros. De ahí su aire distraído, enajenado, alejado, atontado; presuntamente drogado. Como me niego a abonar la totalidad por tan pésimo trato, me decanto por evaporarme sin apoquinar ni un céntimo. Y eso es lo que hago, sin que nadie me detenga. En realidad, nadie se preocupa de que yo pague o deje de hacerlo. Me ignoran de manera olímpica.


El libro de los sueños del autor José Martín Molina
Narración perteneciente a la saga de relatos "Sueños" (Tomo II) del escritor José Martín Molina. Ahora disponible el primer tomo, tanto en formato libro como en formato eBook.

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24 febrero 2013


Horóscopo semanal de 2013

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Horóscopo semanal: del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013

Horóscopo semanal: Predicciones del 25 de febrero al 3 de marzo de 2013 para los signos de Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis
>> ir a la última entrega del horóscopo semanal

horóscopo semanal de aries ARIES
A partir del miércoles te saldrá un grano. Un extraño grano que sabrá cantar la ópera de Verdi “La Traviata”. Se tratará de una alucinación temporal, claro, pero el grano no desaparecerá hasta que te lo explotes. En cuanto a tu dieta semanal te aconsejamos que no abuses del vinagre ni tampoco del yogur de manzana. En cuanto a lo sentimental, intenta no acercarte mucho a tu vecino del quinto piso.

horóscopo semanal de tauro TAURO
Esta semana vas a salir en los periódicos. Aparecerás en una foto junto a alguien famoso, en la sección de “Sociedad”. Puede que junto a Obama, o junto a Bill Gates o junto a Pamela Anderson, o incluso, junto a Darth Vader. Aunque no lo creas, la foto será real, no estará trucada. Y el retratado serás tú y sólo tú, nada de un doble tuyo que no conoces. Se trata de misterios de la vida y de que han pillado tu careto vía satélite. Y otra cosa: esta semana te va a crecer un poco la oreja izquierda.

horóscopo semanal de géminis GÉMINIS
Si bebes, no conduzcas. Si conduces, no vayas desnudo. Si vas desnudo, no cantes. Si cantas, no llores. Si lloras, no te pongas el pijama. Si te pones el pijama, no hagas el pino. Si haces el pino, no estornudes. Si estornudas, no te rasques el pie. Si te rascas el pie, no leas este horóscopo. Si lees este horóscopo, no juegues al golf. Si juegas al golf, no bailes. Si bailas, no bebas. Si bebes, no conduzcas. Si conduces, no vayas desnudo, etcétera…

horóscopo semanal de cáncer CÁNCER
Va a entrar una persona nueva en tu vida. Entrará por la puerta. Y de la misma manera, saldrá por la puerta. Volverás a ver a esa persona tres días después. Esta vez entrará por la ventana, y de la misma manera, saldrá por la ventana. Al día siguiente, verás a esa persona en el hospital, con todo el cuerpo vendado.

horóscopo semanal de leo LEO
Esta semana vas a tener un pequeño sustito, Leo. Seguramente será una factura de la luz que marca una cifra astronómica, con muchos ceros. La ruina. Pero se trata de un error, no hay problema, un ordenador loco se ha liado a ponerle ceros y ceros a tu factura. Ha sido un ordenador del signo de Géminis. Sólo tendrás que quitar los ceros y eso será lo que habrá que pagar. En los demás aspectos de tu vida no sabemos que más decirte.

horóscopo semanal de virgo VIRGO
Te encontrarás con un antiguo profesor tuyo de matemáticas de la manera más inverosimil. Sin explicación posible esta semana te verás arrastrado hacia una sauna y allí tu profesor de matemáticas te ofrecerá una toalla y te volverá a explicar cómo funcionan las raíces cuadradas. Con respecto al amor, esta semana te enamorarás del culo de un elefante (tal y como suena).

horóscopo semanal de libra LIBRA
A partir del martes tendrás que LIBRAr una batalla en tu interior. De esa batalla, no te LIBRA nadie. Si vas a coger un taxi, procura que esté LIBRA. Para el resto de tus aspectos vitales, te diremos que tendrás que caLIBRAr con detenimiento para poder estar equiLIBRAdo.

horóscopo semanal de escorpio ESCORPIO
Un amigo intentará narcotizarte para abusar de ti. Si lo consigue, o sea, que consiga narcotizarte, no te preocupes, no te enterarás de nada de lo que te haga. Ya sabes que ojos que no ven, corazón que no siente. O eso dicen. Tampoco te hará nada malo ni nada del otro jueves, vaya. A partir del fin de semana, tendrás una situación muy favorable para comprarte un libro de recetas de cocina de los indígenas yanomamo.

horóscopo semanal de sagitario SAGITARIO
A lo largo de la semana irás teniendo hormigueos en las palmas de las manos. Se debe a la influencia de Urano en el tránsito por la octava casa de Poseidón. Llamarán a la puerta y no estarás en casa. Te llamarán al móvil o celular, pero lo tendrás apagado. Te enviarán saludos pero no los vas a oír. Es posible que a partir del jueves de pique un pie o un huevo u ovario.

horóscopo semanal de capricornio CAPRICORNIO
Sobre todo a partir del jueves estarás obsesionado con las arañas. Sufrirás de una aracnofobia que se verá intensificada el sábado y desaparecerá el domingo a las cuatro de la tarde. Tendrás pesadillas con que tienes todo el cuerpo cubierto de arañas y las muy cabronas se ríen de ti. Bebe agua y así las malditas arañas jugarán al waterpolo y se olvidarán de ti.

horóscopo semanal de acuario ACUARIO
Te aconsejamos que veas la película “Ran” de Akira Kurosawa. Esto que te decimos no es que tenga que ver con tu horóscopo para esta semana, pero nunca está de más ver buen cine. Por lo demás, evita los helados de vainilla o frambuesa esta semana.

horóscopo semanal de piscis PISCIS
Esta semana se acentuarán mucho dos cosas: tu complejo de edipo y tu hipocondria. Te verás sometido a una terrorífica “mamitis”, tendrás celos de todo aquel que tutee a tu madre o a tu tía-abuela. Y querrás que tienes la peor de las enfermedades sólo porque has oído palabras como “Afganistán”, “crisis”, “caballito de mar” o “Perdone, ¿me dice la hora?”. Evidentemente no te va a ocurrir nada malo, aunque creas y presientas e intuyas que todos esperan a que te des la vuelta para endosarte una buena puñalada trapera…


Nota: Algunas de las predicciones de este horóscopo, por razones obvias, están escritas en clave. Este horóscopo se publica (normalmente) todos los domingos. Cualquier concidencia con la realidad NO es SÓLO mera casualidad.

autor: josé martín molina

Horóscopo Semanal de 2013
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Sueño (207) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(207) Explosión en el armario y boda a la andaluza

Armario a punto de estallar
En casa, como invitado, tengo desde hace unos días al director de casting Andrés Cuenca. En el sueño, una vez más, nuestra morada es el antiguo piso de los Hábitats en Alcorcón. Suena el telefonillo. Es una clienta mía, que sin previa cita se ha presentado inopinadamente para que le realice una ampliación de su videobook. (Vaya hombre, me obligan a trabajar en festivo, mascullo). Antes de que suba le pregunto si me trae mucho material nuevo. Dice que sólo una cosa. Y sube.

Nos colocamos en el salón para visionar sus vídeos. Al final en vez de un Dvd me ha traído cuatro, con cuatro distintas secuencias. Es una chica muy jovencita, muy habladora y pizpireta, con esa timidez histérica propia de adolescencias femeninas. Andrés Cuenca, aunque está disfrutando de sus vacaciones, se sentará en una típica silla negra de director a nuestro lado, encantado siempre de ver nuevos vídeos de actores. Se mantendrá al margen, sin comentar nada, atento y afable y apacible, como es su costumbre. La muchacha explica, de pie, tapando el televisor, cada escena antes de que la proyectemos; después se sienta a mi vera en el sofá. Su incontenible emoción y excitada dicharachería la llevan a colgarse de mis brazos, sentarse sobre mis rodillas, emitir grititos, agarrarse a mi cuello entre cariñosa y pudorosa, mientras los dos presenciamos sus imágenes desde el sofá enfrentado con la televisión. No parece conocer en absoluto a Andrés, uno de los directores de casting más importantes en el panorama nacional.

Las grabaciones de la chiquilla son muy distintas y variopintas, con poco fundamento, pero pueden ser válidas para mejorar el videobook, salvo la última, que es una película en dibujos animados donde ella encarna a una de las bailarinas que danzan bajando por una escalera. Se lo hago notar. Que por mucho que ella sea ese personaje de cómic, podría no serlo. No nos vale. Ella discute mi punto de vista y le pregunta a Andrés su opinión buscando apoyo (o sea, que sí que le conoce). El interpelado se muestra neutral: ni me desdice a mí, ni le da la razón a ella; sin embargo habla de mis virtudes como montador y de cómo mis trabajos son tan conocidos y apreciados en el sector por facilitarles muchísimo su labor profesional en el medio audiovisual. Es su manera experta y sutil de sugerirle a la moza que me haga caso. Por último dedicamos una última ojeada al anterior videobook que hicimos -algo endeble-, por ver si quitamos algo o si redistribuimos el orden de las tomas.

Y, oh no, horror, otro actor joven se ha presentado de improviso para que revisemos también su videobook. Qué acoso. No me permiten vivir tranquilo. No tardando mucho el hogar se ha llenado de gente. Algunos son amigos como Juanjo San José o Jorge Riquelme, mas la mayoría son extraños para mí, tratándose presumiblemente de colegas de colegas de mis colegas. A través del ventanal que da a la terraza se filtran ya las oscuridades de la noche. A Andrés le presento a Juanjo, que según reaccionan tan discretamente deduzco que deben de haber coincidido ya en alguna ocasión. Y también le presento a mi madre, que acaba de asomarse.

Cada vez el tropel de invitados invasores es mayor, estorbando pasillos y salas. No sé cómo se ha producido esta riada de fortuitos visitantes. Veo cómo a toda mecha de ocho a doce misteriosos convidados, quizá pertenecientes a una banda, uno tras otro se introducen en el armario de mi angosta habitación. Tras sí cierran la puerta del armario (un enigma el que hayan cabido en tan reducido espacio) y en unos escasos segundos se produce una tremenda explosión en el interior del ropero, que arranca las puertas de cuajo y causa verdaderos estragos en mi habitáculo. La cama, que estaba fijada en la pared en plan litera, hecha pedazos sobre el suelo; cantidad de libros desparramados por doquier; en el ala lateral opuesta (la habitación tiene forma de "ele") muchos de mis objetos hechos trizas; un desorden bíblico de papeles y ropas. En esencia nada importante se ha roto, permaneciendo muchas de mis pertenencias intactas, al igual que los atentadores, que inexplicablemente no presentan ni un sólo rasguño. Mi indignación con la gamberrada es mayúscula, furibundo comienzo a exhortarles y a darles empujones violentos. Me asisten unas ganas tremendas de emprenderla a golpes furiosos e desbocados con ellos, pero al ser tantos (y de gran estatura) me controlo temiendo que se defiendan. Colérico, incontenible, con la lentitud indeseada que producen los bloqueos en los pasillos de tantísimos concurrentes, consigo echar por la puerta de la calle a estos desaprensivos cabronazos irracionales.

Después descubro que han hecho la misma felonía en el armario de la habitación de mi madre, ¡menudos hijos de puta! Todo el cuarto destrozado como si hubiese pasado un huracán. Pero descubro, al poco, que no han sido ellos los que han provocado los estallidos. Mi madre y una amiga suya me personan a su maestro, un tipo orondo, con barba blanca espesa e intensa, de carácter a la vez reposado y vivaz, que es un auténtico gurú de las ciencias ocultas. Pues es este estrafalario individuo, tal y como me explica, el que ha producido las detonaciones en sendos armarios, para darles un escarmiento a aquellos desaforados y amorales jóvenes. En fin -medito más sosegado-, ya no tiene arreglo el estropicio.

Y cambiamos de escenario. En una estación con suelos de pulido mármol espero a Eva. Nos hemos vuelto a casar. Esta vez el casamiento ha sido oficial, lleno de pompa y boato, no como en la primera ocasión que realizamos el enlace con sólo dos amigos como testigos. Antes de que reaparezca Eva, toda su extensa familia andaluza, desde su madre y hermana, hasta primos, tías abuelas, parientes lejanos, etcétera, asoman por el extremo. Se sientan a unas mesas, a las que me incorporo. Sacan suculentas viandas, como enormes ostras y otras exquisiteces. Mas sólo han traído para ellos, sin pensar en los miembros de mi parentela. Hay mucho ajetreo y vaivenes.

Tendré contacto con seres singulares, como es el caso de dos primos hermanos, ambos trajeados de negro, uno muy alto y delgado y otro enano y taimado. Junto a ellos, en los aseos o en sus proximidades, tienen lugar rocambolescas situaciones. Uno se hace el muerto y tumbado dará en el aire golpes repentinos de karate con las piernas cuando me acerco. Habrá una reyerta entre los dos, en la que hay posible movimiento de cuchillos, con la consecuencia de que el de gran envergadura es asesinado por el hombre-tapón. El alargado cadáver se extiende en el piso, envuelto en un ingente charco de sangre. Como si nada extraordinario hubiese ocurrido se queda ahí el fiambre y nos trasladamos al comedor, tanto el retaco, como yo, como unos ocasionales testigos del crimen.

Abundan más anécdotas relacionadas con el bodorrio, que masivamente han sido obviadas por mi mente al despertar. Vagamente recuerdo la ansiada aparición de Eva vestida de blanco y la tremenda solicitud de sus allegados que nos impiden estar un momento solos, copándola completamente, tal que si yo no existiera. Más adelante, caminamos Eva y yo por la calle, de noche, rumbo a nuestra vivienda, alejándonos silenciosos de la turbamulta oficial de nuestras segundas nupcias.


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Sueño (206) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(206) Un examen universitario y una revelación amorosa

Un examen en la Universidad
Dedico las últimas miradas al contenido del próximo examen, que tendrá lugar en breve, revisando la historia de un personaje ilustre en un libro con carácter de diccionario que tiene la letra bien pequeña. Lo cierto es que apenas he estudiado y no creo que apruebe. Pienso en la manera de hacer una chuleta rápida. Mas no me queda tiempo a confeccionarla convenientemente. A lo mejor puedo sacar el libro sin que me descubran, pienso. Acto seguido me presento en la Universidad, pero no encuentro el aula donde se celebra el examen. Doy algunas vueltas por el edificio. Comentaré con un grupito de estudiantes que es increíble que no haya indicaciones por ningún lado de las salas donde se realizan las pruebas. De pronto caigo en la cuenta de que en el coche o taxi que me acercó, me he dejado varias cosas que traía conmigo, aparte del enorme tomo que contiene las materias del examen. Cuatro objetos bien voluminosos como para haberlos obviado. A saber: mi trompeta envuelta en su rígido estuche, otro instrumento musical, un enorme abrigo y otro elemento que no recuerdo, acaso un sombrero. Con desesperación imagino que todos mis chismes se han quedado abandonados en el vehículo que me trasladó, ya esfumado, y por lo tanto no los voy a poder recobrar. Salgo a la velocidad del rayo al patio principal, que ahora se corresponde con el gran atrio de entrada del Colegio Alemán de Madrid de la calle Concha Espina. Para mi alegría compruebo que mis pertenencias andan desperdigadas aquí y allá por el suelo del desierto patio, como si el capricho de un viento las hubiese empujado aleatoriamente. Ahí reposa mi trompeta, allí su estuche, acullá el otro intrumento musical, etcétera. Me faltan brazos para acarrear con todo.

A los pocos pasos (ya no voy cargado con mis recuperados trastos) coincido con Eva Morales. Hablaremos alrededor de una pequeña mesa que reposa aislada en medio del patio. Ella me confiesa que hace un tiempo quiso tener un romance conmigo. Llegó a encapricharse mucho de mí al oír acerca de mis aventuras, anécdotas y amoríos. Yo, desde luego, en aquel entonces no noté ningún indicio de esta secreta pasión suya. Pero, dado lo distintos que somos, ella pensó que éramos completamente incompatibles. Añade que, al ver que yo no solía tener relaciones estables y comprometidas, no se veía Eva llevando una relación de novios formales conmigo, algo más propio de su manera de ser. Con mucho interés escucho lo que me revela. Le digo, con el afán de camelármela, que se pueden tener relaciones estables discontinuas, como por ejemplo la que frecuentamos Ana y yo desde años ha: nos vemos, sin que medien obligaciones, de vez en cuando, en plan amigos, pero con la misma intensidad pasional, y sin exceptuar la sexualidad, claro. Todo muy natural, según surge. Eva Morales se reafirma en que no, definitivamente ese no es su estilo. Ahora mismo ella está sin pareja, sin embargo no entra en sus planes en absoluto reiniciar un affaire entre los dos. Yo la rondo imperceptiblemente, la busco invisiblemente, picado en mi curiosidad de probar con ella. Quizá si desde atrás le doy un beso desprevenido en la nuca...


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20 febrero 2013

18 febrero 2013


Sueño (205) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(205) La suplantación y los taxis estrafalarios

restaurante lleno de gente a la hora de la cena en fin de semana
Como no hay manera últimamente de que me convoquen para trabajar en mi papel de camarero infiltrado en celebraciones de despedidas de soltero, me animo a personarme directamente en una determinada zona de restaurantes con el objeto de que me contraten. Me adentro en uno de los locales donde tienen lugar este tipo de eventos. Hay mucha clientela a la hora de la cena. Y además, unos dos o tres grupos festejando el fin de la soltería. Quizá pueda acoplarme a una de estas reuniones. El dueño del restaurante me mira con aire de sospecha, sin llegar a reconocerme. Mejor, así podré pasar más desapercibido. Acaparo un bote de Coca Cola -sin pagarlo- para dar la idea de que soy otro cliente más pegado a la barra. Después, sin que lo noten, disimulando como un campeón, consigo agenciarme y ponerme un delantal negro de los que llevan los camareros. Para hacer tiempo salgo a la puerta de la calle a echarme un cigarrillo bajo las luces de la noche. Sin embargo me veré obligado a entrar a toda prisa, pues un perrazo negro muy agresivo me amenazaba con gruñidos nada tranquilizadores, mostrando unos dientes terroríficos y baboseantes. Evitando el ataque canino, atravieso raudo la puerta del establecimiento hacia dentro, como si me guareciese tras un burladero.

El jefe, al verme con el uniforme de sus camareros, deja de espiar mis movimientos, confiado de que debo ser un extra enviado en el último momento.

He detectado una mesa donde precisan un camarero infiltrado. Es mi ocasión de suplantar a otro actor. Quién sabe, con un poquito de suerte no se presenta dicho actor y puedo desempeñar su papel sin trabas. Ya veremos qué hacer si surge el verdadero artista. Así, preguntan por Ramón (el actor esperado) y digo que soy yo. Bien, se han tragado el anzuelo. Mas en el trastero aledaño, agazapada y acucillada en un armario con la puerta abierta, semi oculta entre ropajes, una chica, tocada con un mandil, se identifica como Ramón. Vaya, mi usurpación ha concluido antes de empezar...

Merodeo un buen rato por el espacio del bar, entre la atestada concurrencia. Después, con el negocio ya casi vacío, me despido del amable dueño. En el bolsillo he escondido otro bote de Coca Cola que he robado. Sin que se descubra mi hurto salgo a la calle, invadida por la noche.

Traspaso un parque próximo a la glorieta de Príncipe Pío. A cuyo término alzo la mano para detener un taxi que me devuelva al hogar. Derrapando se detienen dos curiosísmos taxis a mis pies. Aparcan de cualquier manera, de soslayo. Uno tiene forma de escarabajo con alerones y es conducido por un tipo con terrible cara de asesino múltiple. El otro es un Mercedes antiguo de lujo, inmaculadamente blanco, del que se apean un personaje de color y dos de sus chicas negras, casquivanas y desenvueltas. Probablemente se trate de prostitutas y el conductor africano, que viste de punta en blanco, cargado de cadenas de oro, seguramente sea su chulo. Pero no han frenado y estacionado para asistir a mi llamamiento. Sino para regalarse unos instantes de asueto y fumarse juntos un señor porro. Con desenfado me ignoran tras negarse a recogerme. Yo tengo la opción de esperar a que finalicen su descanso y luego elegir chófer. Idea que no me seduce del todo. Ya que el que tiene calaña de asesino me inspira pavor y el otro, el rufián negro, quizá vaya demasiado puesto de drogas como para que su conducción sea más que temeraria, incluso suicida...

En éstas estamos cuando para a nuestro lado otro taxi. Un automóvil desconcertante, construido chapuceramente con piezas de otros coches, con chatarras incrustadas por todos lados, con más apariencia de un papel arrugado que de un vehículo normal. Su propietario es un vejete destartalado, despistado y entrañable, aunque algo cascarrabias. Ya no recuerdo si me decanto por este último y estrambótico medio de locomoción (parece que sí). Que bien mirado es el más peligroso de los tres.


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