31 mayo 2013


Sueño (230) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(230) Encuentros y desencuentros con Javier Maroto

Javier Maroto, personaje de la serie La que se avecina
Me he desplazado hasta el antiguo piso de Alcorcón de los Hábitats donde estoy con mi hermana. Ahora se trata de regresar a Madrid. Recuerdo que los autobuses (las clásicas "blasas") salían cada media hora, a las horas en punto y a y media. Miro el reloj y compruebo que ya no alcanzo a tiempo la siguiente salida. Aparezco en la parada de cabecera de las caminonetas, en la rotonda que da al Asador Los Castillos. Un par de conductores me informarán que hace mucho -son años los que llevo sin pasar por aquí- que los buses no se dirigen al centro de Madrid, sólo hay varias líneas que conectan las localidades del extrarradio. Pienso en la alternativa de coger un taxi, pero sospecho que saldría carísimo...

Hay un salto narrativo en el que ignoro qué es lo que ocurre. En la siguiente secuencia me traslado en un taxi hacia la casa de mi madre. Acaba de anochecer. El conductor es un tipo gordo y muy corpulento que se muestra muy amigable conmigo. Charlamos y charlamos. Me cuenta, entre otras cosas, que él no bebe alcohol y mucho menos trabajando. Por unos momentos le veo frente a mí en un espacio indeterminado y observo que tiene los ojos bien vidriosos. Deduzco que fuma porros con asiduidad, tal y como me indica él de soslayo. El clima amistoso y de camaradería va creciendo entre nosotros. Y así, arropados con gratas pláticas, arribamos a la glorieta próxima a la vivienda de mi madre. Me apeo y busco entre los portales. Tras dar varias vueltas descubro que, al igual que me ha sucedido en otras ocasiones, he equivocado la dirección del hogar materno. Regreso al mismo taxi -que permanecía a la espera- y retomamos el trayecto.

Nos internamos por una calle larga y estrecha con carriles en ambos sentidos, adentrándonos en el barrio chungo (con el que ya he soñado otras veces, ornado con multitud de casas depauperadas y de poca altura, organizadas de manera caótica y con gran embrollo de callejuelas laberínticas), lleno de delincuentes y gentes de mal vivir, adyacente al entorno en que vive mi madre. El tráfico discurre con lentitud, hay pequeños embotellamientos cada dos por tres. Hasta que llegamos a un tope, al final del recorrido, que nos hace detenernos en una especie de callejón sin salida, franqueado por dos oquedades que dan a dos anchos tramos de escaleras de piedra. Ahí varados, de pie y fuera del vehículo, se nos va un buen rato charla que te charla. Hasta que me percato de lo tarde que es, ¿cómo no me ha avisado este hombre de que la vía estaba bloqueada y de que no estábamos avanzando? La carrera termina, por lo tanto. Le pregunto que cuánto es. Me responde que él me indica la cantidad mínima a pagar y a partir de ahí yo sumo lo que considere oportuno. Dada la amistad que se ha fraguado entre nosotros pienso mostrarme generoso. Pero me quedo helado cuando especifica que el mínimo son 50 euros. Me resulta completamente exagerado. El taxímetro está apagado, no nos sirve de referencia. Yo no traigo tanto dinero encima... Protesto, pues parte del elevado precio es culpa suya al entretenerse o al no avisarme de que no podíamos seguir más adelante hasta transcurrido un considerable lapso de tiempo. Para no generar bronca, ya que su envergadura física me impone bastante, decido disimular y derivar hacia otros temas de conversación, mientras pienso en la manera de escabullirme o de conseguir un acuerdo económico más ventajoso para mí. Caminamos por los alrededores a la vez que continuamos departiendo. Aventuro que quizá pueda darle esquinazo en cuanto se distraiga y desaparecer a la velocidad del rayo por alguna de estas intrincadas callejas. Se presenta alguna oportunidad que otra para realizar mi plan de acelerada fuga, mas el temor siempre me paraliza. A todo esto, gradualmente, el taxista se ha ido convirtiendo claramente en el espigado Javier Maroto, personaje de la serie "Aquí no hay quien viva".

Durante nuestro deambular se han incorporado puntualmente algunos de sus estrafalarios amigos. Cuando le veo más relajado, acabo por hablarle a las claras. Le explico que sólo cuento con 25 euros. Debe de estar algo fumado y despreocupado, porque acepta sin problemas, de momento, lo que le ofrezco (que es la suma que a mí me parece adecuada). Al apoquinarle hay un intercambio de monedero a monedero, con confusión de billetes, que aprovecho para deslizarle sólo un billete de diez y otro de cinco euros. Es el momento de hacer mutis y tendrá que ser sin que él lo note, evitando que conozca el paradero de la casa de mi madre y así impedir futuras represalias cuando esté menos colocado y se cosque de mi engaño. Proseguimos paseando entre desdibujados maleantes y siniestros tipejos escorados, entretanto busco la coyuntura ideal para evadirme. Que llegará por sí sola. A mi acompañante le entra mucho sueño y se tumba en el banco de piedra de una placita. Poco después se coloca a su lado un individuo con la polla sacada, que completamente excitado se frota contra el rendido conductor. Él, medio sonámbulo, al sentir cosquillas, se gira y se encuentra a dos palmos de su frente con el pollón empalmado del salido. Me temo que se líe una gordísima, pero ante mi asombro, el taxista sonríe pacífico y sin más, se mete el rabo ajeno en la boca y comienza a chupársela al espontáneo como si tal cosa. Instantes de distracción que empleo para esfumarme, al fin.

Ahora me encamino por el pasaje transversal hacia la morada de mi madre. Atravieso números y letras gigantes que ocupan todo mi campo visual, como si marchase a través de las enormísimas páginas de una colosal guía telefónica. Los dígitos y caracteres se suceden a tanta velocidad, que me he pasado del punto de destino. Finalmente comparezco en el piso de mi madre. Contra todo pronóstico no parece hacerle mucha gracia mi visita sorpresa. Da la sensación de que tenía otros planes para esta noche. Puede que cenemos algo.

Al poco nos sentamos ambos, de día, ante la mesa de la terracita de un bar. Tras parlotear acerca de lo uno y lo otro, me revelará que esas pequeñas chapitas de plástico semitransparente que están incrustadas en cada una de las siete u ocho mesas de este chiringuito, son cámaras y micrófonos que registran todo con un cometido más o menos policial. Esto me deja aterrorizado y profundamente escandalizado. ¡O sea que estamos siendo continuamente vigilados! Saben todo lo que hacemos, todo lo que decimos... ¡Es terrible!

Por último me hallaré en la sala de espera de una consulta, junto a una docena de personas, algunos de pie y otros sentados. Todos aguardamos nuestro turno, mirando de cuando en cuando hacia la puerta cerrada. Uno de los asistentes hará un perspicaz comentario que ha oído previamente: "¿Por qué cuando estamos de pie en una sala de espera, en lugar de estarnos quietos, vamos de un lado para otro como si estuviéramos buscando una sardina que se nos ha perdido?". Y todos sonreímos ante la evidencia cómica de esta verdad.


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29 mayo 2013



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27 mayo 2013


Sueño (229) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(229) La reunión de antiguos alumnos y la diarrea

Colegio Alemán de Madrid en la calle Concha Espina esquina con Serrano
Hay una reunión en el Colegio Alemán de Madrid, posiblemente de antiguos alumnos, a la que decido ir venciendo una gran pereza y mis paranoias ambientales. En un santiamén, sin grandes dificultades, llego a la esquina de Concha Espina con Serrano y me adentro en el entorno del Colegio. A los pocos pasos descubro con espanto que en lugar de las primeras construcciones pertenecientes al complejo escolar, ¡hay otro edificio! Un bloque de viviendas de unos cinco pisos. ¡Lo que quiere decir que ya han trasladado todas las instalaciones a San Chinarro! Horror. ¿Qué hago? ¿Voy o no voy a la nueva ubicación? Aún podría llegar a tiempo...

Desde la terraza de un inmueble al que me he encaramado de súbito observo en la lejanía, al norte, la situación del nuevo emplazamiento, que según recuerdo y compruebo ahora estaba al lado de una parada de tren o metro denominada "Puerta Barajas" (o algo similar); por lo tanto se halla en las proximidades del aeropuerto. Tras calcular la distancia con la mirada, descarto la opción de ir andando. Aún tengo dudas de si iré o si no iré. Con una cámara voy haciendo fotografías de la zona de destino desde la terraza. Algunas edificaciones de envergadura me tapan la visibilidad del panorama con lo que tengo que ascender para captar el enclave con la cámara de fotos. No es nada cómodo para mí todo esto ya que se me presenta el vértigo a la altura. Al cabo surge de la nada mi amigo Javier Fernández Aracama, dispuesto a llevarme en coche. A mí, y creo que a mi hermana. Termino accediendo.

No sé si antes o después de lo anterior soñé otro capítulo aparte. El siguiente: Es el caso que estoy cagándome vivo. Dentro de un indefinido edificio, al final de un amplio vestíbulo, me uno a una cola formada para ir a los servicios. Estoy impaciente dada mi perentoria necesidad. Como no hay más varones adultos delante de mí, es mi turno para adentrarme en los urinarios. Las cabinas que dan a los váteres, insertadas en la pared, son profundas y ridículamente minúsculas. Por más que lo intento no puedo entrar, no quepo. En la planta de arriba localizo al "casero", un viejo seco, malhumorado y displicente, que viene a decirme que me apañe como pueda, que lo haga sobre los salientes semicirculares empotrados en el muro. Y de nuevo en el cuarto de baño es lo que haré, con urgencia, pues no aguanto más. Me bajo los pantalones de color oscuro, me siento sobre uno de los aros con extrañas redecillas que sobresalen de uno de los tabiques y al instante, incontenible, saliendo de mi ano como un cohete, se desparrama la típica mierda líquida propia de padecer diarrea, manchando el suelo y gran parte de mis pantalones bajados. ¡Qué asco! ¡Horrible! A ver ahora cómo hago desaparecer estas inmundicias. Todo el mundo va a notar que me he cagado encima por mucho que me limpie...


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26 mayo 2013



Horóscopo semanal de 2013
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Horóscopo semanal: del 27 de mayo al 2 de junio de 2013

Horóscopo semanal: Predicciones del 27 de mayo al 2 de junio de 2013 para los signos de Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis
>> ir a la última entrega del horóscopo semanal

horóscopo semanal de aries ARIES
En toda la vida de un ser humano (si es que eres humano) llega un momento en que las fuerzas del mal y del bien se nivelan y se produce una íntima y grandiosa transformación. Y es en esta semana, amigo Aries, cuando esto habrá de ocurrirte. Así, de repente, por las buenas (o por las malas), sin más (y sin menos). Así que ve preparándote para ser alguien nuevo, distinto, aunque con más deudas que antes… Prepárate para convertirte en lo que siempre has deseado ser (o estar), prepárate para el renacimiento de las esperanzas y las oportunidades... Que de ilusión también se vive. Y ya sabes lo que decía el dueño del burro: “Ahora que le había acostumbrado a no comer, va y se me muere”.

horóscopo semanal de tauro TAURO
Una fuerte tendencia a la religiosidad más extrema se filtrará en tu ánimo con inmenso poder. Lo que podría inducirte a involucrarte en una secta cualquiera. Por ejemplo la secta de los “Abducidos en Dios es Cristo”, o “La esperanza de Redención a través del Colon Sagrado”, o la secta nihilista “Que se mueran los feos antes del XXX Holocausto”, o la secta lírico-masónica “Los Santos Poetas de la Inminente Entronización del Váter Roca”. Hagas lo que hagas y sigas la secta que sigas, podemos decirte, que después, ya nunca volverás a ser el mismo. Si alguna vez lo fuiste.

horóscopo semanal de géminis GÉMINIS
Igual que el mito del sapo que se convierte en príncipe, pero al revés. Cualquiera de estos días amanecerás convertido en una viscosa rana. Dejarán de quererte y te abandonarán en una charca. Ahí harás amigos, muchos amigos, y todos serán príncipes desterrados del mundo de la felicidad conyugal. Pero... alguien te dará un beso y... te convertirás en una chuleta. Y eso es todo para los siguientes días, querido Géminis. La semana que viene puede que vivas el mito del jinete de Pegaso, aquel mítico jinete que se llamaba... ¿Perseo?, ¿Paracetamol?, ¿Pancreatitis?, ¿Petrarca?, ¿Perineo?.

horóscopo semanal de cáncer CÁNCER
Igual que al signo de Capricornio, pese a ser los polos opuestos en el espectro astral, te sucederá esta semana lo mismo siendo Cáncer que siendo Capricornio, PERO, si eres Cáncer, multiplicado por cinco. En este caso, y para estos días, te saldrán cinco enormes granos, molestos y punzantes. Serás víctima de “El misterioso crecer de los granos”.

horóscopo semanal de leo LEO
Un ataque de locura te conducirá a una isla de tu imaginación donde las estrellas son de corcho y hay un locutor de radio explicando el Sermón de la Montaña de una deidad con un recortadito bigote hitleriano. Después, otro ataque de locura te hará creer que eres feliz.

horóscopo semanal de virgo VIRGO
Durante los siguientes días vas a trabajar más que en tu puta vida. El estrés amenazará con salirse de las órbitas de lo medianamente aguantable. Y día a día caerás derrengado, agotado, envejecido, hastiado, caerás como un cacho de plomo sobre las sábanas y soñarás que te han dado el Premio Nobel de la Idiotez.

horóscopo semanal de libra LIBRA
Una noticia sorprendente llegará a través de la televisión. No darás crédito a lo que ven tus ojos y oyen tus oídos, y mucho menos si ves por la oreja y escuchas por el ojo. Esa noticia, registrada en una agencia efe cualquiera, atañe directamente a tu salud mental, provocándote desorientación y malestar. Al día siguiente verás la misma noticia en un periódico. Tu resistencia moral amenazará con resquebrajarse y te verás inclinado a conseguir acólitos para montar una sangrienta revolución. Después te picará la nariz.

horóscopo semanal de escorpio ESCORPIO
Es posible que hacia el fin de semana te inviten a una tentadora y secreta sesión de canibalismo. Vamos a darte un consejo que deberías tener la prudencia de escuchar y aplicar: NO vayas de ninguna de las maneras a esa sesión de canibalismo ultrasecreta, porque el plato eres tú. Debido a un rotación elíptica transitoria de un cometa alrededor de Mercurio, estos días, y sobre todo el fin de semana, estarás especialmente jugoso. Por eso te invitan a la sesión antropófaga, para devorarte hasta chuparte los huesos. Aunque no vayas al clandestino festín cuyo manjar principal serás tú, muchas personas intentarán hincarte el diente. Y alguien querido podrá comerte literalmente a besos. Si quieres salir entero de la semana que te espera sin que te falte ningún trozo, más vale que te untes el cuerpo con algo asqueroso, como por ejemplo un extracto concentrado de caca de camello.

horóscopo semanal de sagitario SAGITARIO
Tendrás una semana estupenda en el terreno del amor. Serás querido, deseado, amado, anhelado, extrañado, necesitado por todo tipo de bichos mamíferos. Podrías montar un zoo si te los propusieras, de tanto que vas a atraer a bichos vivientes de toda clase y que te profesarán obediencia, lengüetazos y sumisión total. Incluso es posible que una enorme serpiente bicéfala se avenga a cumplir tus más recónditos deseos.

horóscopo semanal de capricornio CAPRICORNIO
Hacia mediados de semana (miércoles o jueves) te saldrá un grano tremendo en la cara. Algo así como si te hubieran plantado una patata debajo de la epidermis. El grano será experto en telecomunicaciones y será muy narcisista. Te invitamos, para que estés preparado para la magnitud de cómo se verá afectado tu rostro con la preponderancia del enorme grano, a que reflexiones acerca de “El misterioso crecer de los granos” (búscalo en internet).

horóscopo semanal de acuario ACUARIO
Llegará a tus oídos un rumor desconcertante que no sabrás cómo afrontar. Según ese rumor tu pareja se lo está montando en el monte con un (o una) montesino (o montesina). No sabrás si se trata de un enigma en clave, y si realmente tiene que ver con tu pareja, o no. Mas la cosa se agravará cuando te llegue otro chisme a través de alguien deslenguado, que te dirá, bajito y soterrado, que tu pareja se lo monta con un señor de Murcia. Ten en cuenta que puede tratarse sólo de habladurías. Aunque ya sabes lo que dicen: cuando el río suena, piedras lleva. O mejor dicho en este caso, cuernos lleva. Para saber la certeza de estas calumnias y rumores ácidos, tendrás que consultarlo llamando a un tipo con una bola de cristal que aparece en la tele en horario de madrugada. Sólo tienes que marcar el número que aparece en pantalla para que el pitoniso Sandro Cojoncio resuelva tus dudas con respecto a la presunta fidelidad de tu pareja.

horóscopo semanal de piscis PISCIS
Nuestras predicciones del horóscopo para esta semana nos indican que gozarás durante los próximos días de una espectacular y utilísima capacidad. La capacidad de adivinar tus propios pensamientos. Podrás pensar, por ejemplo, un número del 1 al 10. Inmediatamente después intenta adivinar el número que has pensado y verás que acertarás totalmente. Aunque esta singular facultad de auto-adivinación te parezca una estupidez, no lo es en absoluto. Ten en cuenta que hay muchísimas personas que no sólo no saben pensar en nada, sino que no saben ni lo que piensan.


Nota: Algunas de las predicciones de este horóscopo, por razones obvias, están escritas en clave. Este horóscopo se publica (normalmente) todos los domingos. Cualquier concidencia con la realidad NO es SÓLO mera casualidad.

autor: josé martín molina

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Sueño (228) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(228) Una despedida de solteros mixta

La celebración de una despedida de solteros mixta, de chicos y chicas
Trabajo como animador en mi papel de camarero infiltrado tartaja en la cena de una despedida de solteros mixta, es decir, que están presentes tanto el novio como la novia como los amigos de ambos. Durante la cena apenas hacen caso de mis intervenciones, no logro hacerme completamente con el auditorio. No sé -pensaré-, quizá esté algo desentrenado. La cena termina en breve, los comensales desaparecen de repente. Sin que me importe no haber triunfado según lo acostumbrado, me largo de allí. Salgo por la ancha puerta acristalada del hotel-restaurante hacia la vía pública. Camino por el asfalto, de noche, mientras pienso en llamar por el móvil a mi amigo Javier Fernández Aracama para ver por dónde anda y reunirme con él, cuando caigo en la cuenta de que he salido sin cobrar mi actuación. Ignoro si los que tenían que apoquinarme eran los huéspedes o los miembros del servicio del restaurante.

Regreso pues a los entresijos del edificio con la intención de recaudar el dinero. En la planta de arriba dejo mi clásico abrigo negro y saludo a los muchachos de la cocina. Uno de ellos, viejo conocido, se alegra mucho de verme después de un par de años sin saber de mí. Mas estará muy liado con sus ocupaciones culinarias, aparte de la repentina vigilancia estrecha de los jefes, y sólo podrá dedicarme un par de entusiastas frases amistosas.

En una sala adyacente localizo a los hombres y mujeres de la despedida de soltería. De pie se toman sus copas en los correspondientes vasos de tubo. Celebran con ovaciones y vítores, sobre todo las chicas, el verme de nuevo. Gritan mi nombre varias veces seguidas: "¡Pepe!, ¡Pepe!, ¡Pepe!". Así que procedo, esta vez sí, a rematar mi espectáculo de forma apoteósica, ya que antes quedó abortado el clímax final al esfumarse toda esta gente como por arte de encantamiento. Ahora todos me escuchan con suma atención mientras pronuncio un inspirado discurso, sin salir de mi personaje, tartamudeando a trompicones. Sin embargo, al contar un chiste algo largo y muy gracioso, dejo de tartajear, hablando con total normalidad. Alguno de los asistentes se quedará estupefacto y mudo al percatarse de que soy otra persona distinta de la que creían que era. Y así, finalmente, termino mi show entre grandes aplausos.

Decido tomarme una copita con ellos. Me integro en la fiesta como uno más. No tardando mucho ya tengo un remolino de chicas a mi alrededor que me solicitan imparablemente para charlar conmigo y preguntarme cosas. En la abertura de uno de los laterales de la pieza, separada por columnas y en penumbra hay una especie de vestíbulo. Allí, silenciosos, se han situado Eva y algunos conocidos, esperando con calma a que yo salga.

Al rato la mayoría de la conrurrencia se ha esfumado. Tres o cuatro chicas me cercan con la idea de que me líe con una de ellas, encandilada conmigo. No son nada evidentes en sus propósitos, van tanteándome y dando rodeos. Aunque me doy perfecta cuenta de sus pretensiones me hago el despistado. La tipa en cuestión no me gusta nada de nada. Es bajita y regordeta. Un tapón de pelo rubio y ridículamente vestida de colegiala. Como descubren que me salgo constantemente por la tangente, resuelven abordarme a las claras. La interesada me propone directamente que tenga una aventura amorosa con ella. Me acerco a su oído, para que sólo me oiga ella y le explico que la chica que está aguardándome detrás de las columnas es mi pareja. Esta aclaración resulta suficiente para desembarazarme de la regordeta, que concluye de golpe sus insinuaciones. ¡Menos mal, qué alivio!


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25 mayo 2013


Sueño (227) perteneciente a la saga Sueños (Tomo II) de José Martín Molina


(227) Habitaciones comunales

Habitaciones comunales para distintas familias
Hay una especie de habitación comunal, muy amplia, donde coincido con mi mujer Eva y con Ras, que surge después. Hay vigilancia y tanteo sibilino con respecto a Ras, durante unos instantes, mientras Eva permanece a mi lado. Tras un rato y algunas conversaciones muy difusas, pasamos a una habitación contigua, en la que vivimos numerosas parejas con nuestros respectivos hijos pequeños, todos amontonados sobre una ingente cama, en un ambiente nocturno, con tenues luces iluminándonos. Tenemos bastante ajetreo de conversaciones y situaciones. Casi nadie está durmiendo, salvo algún pequeñín. La pareja de Ras (distinta de la real) es un simpático mulato que está sentado encima de mí. Como compensación por la molestia que me ha causado su postura se colocará al cabo debajo de mí. Hasta que descubro que tengo sus cojones -él está vestido- a la altura de mi frente. ¡Quita, quita! -me lo sacudo de encima-. Algo después, en el mismo entorno, estoy lleno de orgullo y satisfacción porque mi hijo Amador, que juguetea muy despierto, es, además de el mayor, el más guapo y el más listo de todos los chavales. Las cualidades de mi vástago son taxativamente reconocidas por todos los presentes. Alabo sus dotes con tan sólo dos añitos que tiene. Y aquí Eva me corrige: no son dos años los que cuenta, sino cuatro. ¡Es verdad! Qué cierto, son cuatro primaveras y no dos. Me llena de estupor este incomprensible despiste mío...


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